miércoles, 27 de enero de 2010

Formas dobles por febrero


Hay dos Jesús en épocas de exámenes, y difícilmente más diferentes.

Por un lado, el que debe estudiar, el que sabe que hay que ponerse delante de los apuntes porque en una semana estudia lo que debería en tres meses y en unas horas se juega más que unos créditos.

Pero, en la otra cara, un Jesús más sentimental en esta época que en otras del año. No sé por qué los exámenes de febrero conllevan no sólo el estudio lógico, sino una situación de desazón emocional, una repentina necesidad afectiva que se ve truncada tras unas ilusiones inevitables. Porque todo el mundo cae, creo, en ilusionarse. Es de lo más bonito y entretenido de la vida. Pero, como todo, tiene su contrapartida: la desazón que te deja el saber que eso que ilusionaste, imaginaste y ya casi tocabas, se desvanece. Las palpitaciones que antes eran de nerviosismo al estar pendiente del aire son ahora las que reconocen un agujero en el estómago. Porque tú, iluso, las creaste. Iluso por ilusionarse.

Pero, ¿algo más natural que este ciclo? Siempre la subida y la bajada al Monte Carmelo. El péndulo de una vida. Cada cual marca sus horas a su manera. Cuando estás arriba, quieres bajar; y cuando bajas, ansías subir. Si tienes pasión, a la mínima anhelas la seguridad de algo más estable. Si estás estable, aquejas de monotonía y deseas imprimir emoción a tu vida, la única que tienes y a la que quieres sacarle el máximo partido.

Dilema difícil. Como también la respuesta a por qué, a horas de un examen final de segundo de periodismo, que por cierto llevo tremendamente mal preparado, estoy escribiendo una entrada en un blog.

Dos cuestiones en el aire, que se las llevará algún viento, porque no pienso –aunque en algunas horas, con unos apuntes de literatura delante, si volveré al meollo- dedicarle más tiempo que a una bicicleta de Fernán-Gómez o a un personaaaje que m'ha fascinat.

Por ahora, el Jesús que enlaza –mira por donde, algo menos que aprenderme porque seguro que ya no se me olvida- con las formas dobles de la pintura daliniana, queda en uno sólo con una noche por delante. Una noche que estará llena, como la obra de Boadella, de tiempo de recuerdos y de un mundo onírico, fantasioso, más que de tiempo “de la realidad”, de agonía, esta vez de un estudiante en exámenes.

Una noche que empieza. Como compañeros de aventura, Dalí y dos detectives de los que -¡mierda!- no recuerdo su nombre. Zarpo, ahora, en el silencio nocturno. Debo tener cuidado, el mundo órfico de los simbolistas tiene especial habilidad en atraparme.

2 comentarios:

  1. Buscador de Corazones28 de enero de 2010, 0:04

    Para no haber escrito nunca y leído mucho, tienes un toque muy muy personal a la hora de redactar y expresar que dan ganas de copiarte solo por intentar parecerme a tu escritura.

    Eres bello amigo, eres bello.

    ResponderEliminar
  2. Me gusta mucho como escribes, y esta entrada particularmente es digna de comentarla, a mí también me han cautivado los simbolistas, pero si alguien me ha fascinado del todo ha sido Dalí, y su mundo surrealista donde me gustaría escaparme a veces con sus relojes blandos y sus barcos de mariposa. Porque quién se ilusiona y sueña, es verdad que puede subir a las estrellas y caer en picado, pero es bonito, ¿verdad? :) un besito!

    ResponderEliminar