Incipit

Incipit. Aquí comienza un blog y una incursión tecnológica. Nunca lo hice y este es el primer paso para un compromiso conmigo mismo y con otro Jesús, el del mañana, que de seguro tendrá en cuenta a su antecesor, o sea, un servidor que teclea.

Dicen que si estudio lo que ahora, uno de mis quehaceres futuros será escribir. Me explican que tendré que contar, y hacerlo sobre lo que interese a un receptor. Pues este es un buen momento para empezar a contarme a mí mismo, y a hacerlo, como no, sobre la historia de mi vida, tema que -aunque roce lo sensacionalista por sentimental- siempre interesa.

Mi intención no es clara al comienzo de esta empresa, pero sí resaltan nítidas algunas ideas: me gusta escribir, pero no lo hago con asiduidad. Debería hacerlo no sólo por el motivo ya aludido, sino porque también me permite, de modo inmediato, relajarme, ver las cosas de forma más asequible y entender mejor mis ideas, por lo que me conozco mejor a mí mismo; y a largo plazo, para revivir, más que rememorar –pues cuando leo mis pesquisas de otros tiempos experimento sentimientos que creía olvidados-, pasajes y contextos de mi vida, momentos, situaciones y modos de ver y encarar el mundo.

Expondré –supongo, pues nunca, como he dicho, hice algo parecido- situaciones que me sean curiosas, reflexiones que me asalten y modos de ver las cosas; además de recuerdos vívidos en mi memoria y episodios que no quiero que se los trague el agujero negro del olvido.

Mis escritos conforman mi persona en tanto que me recuerdan cómo era y qué experimentaba en otras épocas. Con tan noble excusa, pretendo obligarme a escribir periódicamente.

La intimidad que me confiere saber que nadie puede, aún, leer esta primera entrada, me permite desearme a mí mismo venturosa empresa cibernética y, por lo tanto y más importante, venturosos días con que animar un blog.