sábado, 19 de marzo de 2011

scribĕre

¡Oye! ¿Tú por aquí? ¿Qué tal? No hay quien te vea el pelo, ¿eh? ¿Cómo? ¿Que soy yo el que está perdido? ¡Pero si hace meses que no escribes! ¿No te da nada? Yo, que he cliqueado en esa pestaña que tengo en mis marcadores para que me redirigiera a tu blog esperando mientras se cargaba la página que hubiera alguna información nueva; y nada, nunca nada. Siempre la misma entrada desde que cerraron CNN. Qué manera de abandonar un blog y, sobre todo, qué poca decencia. Sabes de sobra que eres responsable de los tesauritos que viven sólo en este lugar perdido del espacio. Sabes que su subsistencia depende de ti y de que actualices su mundo. Sabes que si no lo haces, nadie los alimenta, y se perderán. ¡Repasa ese libro que aseguras que tan buenos recuerdos te trae! ¡Sí, sí, ese que te hizo hacer locuras como si estuvieras en un juego de niños! Saint-Exupery lo dejó escrito para algo, no para que lo olvidaras. Eres responsable para siempre de lo que has domesticado. El principito lo era de su rosa, tú, entre otras cosas, de tus tesauritos.

Bueno… perdona. No quería decírtelo así. No es para tanto, y te entiendo; sólo que he entrado varias veces y no he encontrado nada en mucho tiempo. No te pido que escribas si no estás inspirado, o si no te apetece escribir. Pero me gustaría que dejaras algo de vez en cuando. Cuéntame qué es del mundo que presentas por aquí y que es difícil conocer más allá de las conversaciones de esas profundas que a veces tenemos.

¡Ya sé! Cuenta, por ejemplo, que llega la primavera. Es uno de esos temas que no dicen mucho, pero te quedan bonitos cuando los escribes con ese enfoque raro que tienes. Seguro que si escribes un post sobre lo que se avecina y todo lo que arrastra con ella, te salen de las teclas alguna que otra frase de las ingeniosas que tanto te gusta saborear una vez escritas. Reconócelo. Te encanta recrearte en lo ingenioso. ¡Ey! ¡No! ¡Que te conozco como el que más, y te veo venir! No lo utilices de escusa para inventarte un rollo filosófico barato y simplón, por muy poético que suene, de la vida. Siempre acabas así, te pierde lo grande. Alardeas de disfrutar de todos los árboles pero siempre acabas hablando del bosque.

Está bien, ¡corre! Venga, que no son horas para tenerte leyendo y tienes que comer. Solo un aviso, jefe; ordena un poco tus tareas. Acabas escribiendo cuando menos propicio parece el momento, retrasas lo que más urgencia te dices que corre y, al final, ni haces ni dejas de hacer. ¡Ah, un segundo! ¡Dale de comer a los tesauritos!

jueves, 30 de diciembre de 2010

Acaban de cerrar un medio

Como suele ser común en los españoles, no nos damos cuenta de la valía de alguien hasta que muere. Nos dan vidilla los obituarios. Ahora se me antoja CNN+ como uno de esos medios de los que ya no quedan. Un medio con una gran valía periodística; un medio que sin ser heroico aún honraba magistralmente a la profesión de la mejor forma posible: practicando un buen periodismo. Hoy día deshonor es lo menos ofensivo dentro de lo certero que se le puede achacar a los medios de comunicación. Desde ahí se abre un vasto campo para un rosario de etiquetas que rozan –o clavan- el insulto.

No me es común un discurso tan negativo. No suelo manejar en mis reflexiones la variable catastrofista. Pero hay momentos en que la sangre hierve por moral y el estómago avisa por lo material. Estamos ante una caída de nuestros referentes, los últimos que van quedando. Estamos ante una prostitución de nuestra profesión que nunca se ha reducido a lo laboral si se ha entendido bien. El periodismo agoniza tras ser continuamente violado. Y lo peor es que su voz no chilla. Callamos.

Una facultad de periodismo que paraliza las clases para facilitar el buen uso de las asambleas, voz de los alumnos, y a la que van cuatro gatos, con la literalidad solo rota por la metáfora con los felinos. Una situación insostenible e inviable con pilares hechos de la misma piedra: falta de compromiso.

No me acerco a posturas revolucionarias, pero cada vez dan más ganas de atender unas llamadas a la coherencia y al compromiso que brotan como pequeñas epifanías. Soltar la mochila, echar a un lado la estructura metálica que se cree arte de la entrada de la facultad, montarse en el atril y gritar a todo el que pase que somos unos gilipollas. No entiendo cómo podemos ser tan inmaduros y faltos de sentido. Cómo podemos insultar y acribillar de esta forma el sentido de UNIVERSITARIO. Cómo nos conformamos con estar en un ciclo formativo de cinco años para utilizar la facultad y aprobar asignaturas. Cómo podemos -los que queríamos ser trabajadores por la libertad y la igualdad, que no se pueden dar sin información veraz- callar y tragar.

Mi postura de años atrás me impide utilizar el término dictadura para la situación en la que vivimos. Pero el camino está marcado y no nos podemos salir de los límites. Las naciones no tienen soberanía más que la permitida y las políticas –lejos del gobierno de la polis, lejos de su capacidad para liberar a los ciudadanos- están preconcebidas. Los demás instrumentos carecen de potencial; no por ellos mismos, sino porque no hay quien los potencie. Nos han atontado.

Me sorprendo. Me tacharía yo mismo de radical y catastrofista. Pero no es viable. Es homicida. Algo hay que hacer.

De todas formas, los obituarios –al menos los latinos- siempre exageran el objeto de su discurso. No todos son momentos históricos por muy épico que se pregonen. Esto puede ser sólo una pequeña anécdota. A rey muerto, rey puesto. La emisión que ahora ocupa la frecuencia de CNN+ es Gran Hermano 24 horas.

viernes, 12 de noviembre de 2010

Universitario


Es difícil explicar la experiencia universitaria. Está llena de clichés, imágenes distorsionadas y prejuicios. Puede ser, además, totalmente diferente según cada sentir. De la experiencia de fiesta ininterrumpida tan sólo por tiempo de estudio a la de momento para trabajarte laboriosamente un futuro, pasando por las vagueantes marchas de años con tildes existencialistas, hay mucho camino. Más entre ellas que entre un universitario y alguien que no ha conocido el mundo del estudio más allá del bachillerato.

Los hay que aman –u odian- su facultad, y quiénes sólo la ven como una herramienta necesaria para el título. Los hay que se involucran en todo lo posible e incluso más de lo abarcable, así como quienes todo lo que no suene a computable para la nota resulta inútil. Los que atienden y los que entienden que lo que suena en la clase no merece interés; los que reciben y los que van por delante de lo que se va a pronunciar en la palestra. Los comprometidos –comprometedores o no- y los pasivos. Cada cual a lo suyo, cada cual de lo suyo.

Ser universitario puede llenar la boca al decirlo o simplemente configurar un adorno de tu vida. Puede hacerte vibrar al sentirlo o pasarte desapercibido, reservado a las cenas en familia donde eres el primero en pisar la facultad desde que el árbol genealógico tiene raíces.

Pero sobre todo la Universidad te da. Cada cual recoge lo que quiere y lo que puede. Da, y cada uno elige su menú de una carta que cambia fácilmente de postres, pero no de plato principal.

Más allá de los conocimientos, más allá de la experiencia de utilizar la facultad, más allá de vivir exámenes y sufrir trabajos, la carrera te hace ser tú. Te permite conocerte a través de conocer a otros. Compañeros de viaje en una aventura maravillosa. Compañeros de viaje que hacen la aventura maravillosa. Inquietudes profundas puestas en común, planteamientos re-refutados, toma de conciencia de uno mismo; oportunidades para ser como tienes que ser: feliz.

Gracias, compañeros, con todo el sentido de la palabra, por ser mi experiencia universitaria.

miércoles, 3 de noviembre de 2010

¡Dale de comer a los tesauritos!


¿No te da nada? ¿No te entra remordimiento? ¡Qué te costará! Ya ves. Por un par de segundos que le dediques no vas a perder mucho. Es más, apuesto a que ganas. Siempre es gratificante alimentar a unos animalillos. No me importa cuál sea tu motivación; te guste cómo se comportan los animales o te de placer ver moverse cosas por tu pantalla, dales de comer. Pincha. Otra vez más, no seas rata. Aliméntalos con un poco de comida y un mucho de cariño al hacerlo. Sé que sabes que tu acción no tiene ninguna repercusión para unos animales que en realidad no lo son, no están vivos, pero aún así te apetece echarles un poquito de lo que sea que coman. ¡Admítelo! Te gusta; al menos un poco. ¿Ves? Lo sabía, lo has reconocido. Lo has hecho y no te ha sido indiferente. Algo, aunque esté muy escondido tras una barrera de conexiones de neuronas, se reconforta haciendo un bien, aunque sea en intención más que en repercusión.

Dicen que decía el Bhagavad-Gita que las cosas se hacen por sí mismas y no por sus frutos. Disfruto haciendo el bien; tú también. Me reconforta. Me siento útil, pero no es eso. Siento que esto tan grande tiene un orden, que las piezas encajan, pero no es eso. Una sensación de que lo malo -lo llames injusto, cruel o vida- tiene arreglo: esperanza. Pero seguramente tampoco sea eso. Me llena; quizás eso sí, sea eso. Hasta hacer el bien tiene sus trucos para engancharte.

Aviso a viajeros. No yo, lo hizo San Pablo. Hacemos el mal que no queremos y no hacemos el bien que queremos. Para hacer el bien también hay que saber. Para no hacerlo no hay que hacer nada. Ten cuidado con tu inactividad, son males en potencia. Este imaginario en que vivimos te ha hecho leer la frase recién escrita como una reprimenda; que no sea así. Que sea, por extraño que parezca, una liberación. ¿No te lo crees? A mis compañeros de viaje: la ironía de que la cruz no es solo imposición, sino liberación, no es tan fantasiosa, creedme. A mis compañeros de viaje cuya brújula es la cruz: la ironía de que el reino de los cielos comienza aquí es más real que la cruz sea liberación. Quien tenga oídos que lo oiga, pero de su Palabra, no de la mía.

Tú, por ahora, hazme un favor. Tómatelo como un regalo. Dale de comer a los tesauritos. Primero, lleva pan allí donde no lo hay. Es el principio de una bendición. La segunda parte necesita de la primera.